El plato negro - Un cuento sobre la honestidad

Por los caminos de la India dos vendedores iban de pueblo en pueblo ofreciendo trastes, artículos para limpiar la casa y brillantes adornos. Echaban suertes con una moneda para ver quién podía anunciarse primero. Cuando éste acababa, el otro promovía sus artículos. Así lo hicieron en una vieja aldea. Cuando el primer vendedor pregonaba “¡Trastes, ollas, joyas para las señoritas!” una pequeña y su abuela se detuvieron. A la niña le fascinó un brazalete.

—¿Cuánto cuesta? Preguntó, triste, la abuela, ya que eran muy pobres.
—Más de lo que pueden pagar —respondió el vendedor.
—En la casa conservamos un viejo plato negro de metal ¿puede tomarlo a cambio?
Caminaron rumbo al hogar. La humilde morada no tenía muebles y el piso era de tierra. Cuando le mostraron el plato, el vendedor lo examinó. Al frotar el reverso notó que era de plata pero el tiempo lo había ennegrecido.

—Este cacharro no vale nada. Se los cambio por una escobeta —propuso.
—Gracias, señor, preferimos conservarlo —informó la abuela.
El vendedor se retiró pensando en volver al día siguiente para convencerlas.
Llegó el turno del segundo vendedor para recorrer el pueblo. La niña y su abuela salieron a su encuentro. De nuevo, la pequeña pidió un brazalete. Los tres se dirigieron a la choza para ver el plato. De inmediato el hombre reconoció su valor.
—Señora, este traste es de plata. Los objetos que traigo no bastan para pagarlo.
—No lo sabíamos. ¡Todo falta en esta casa! ¿Podría darnos el brazalete y alguna otra cosa útil? —preguntó la abuela.

El vendedor les entregó toda su mercancía.
A la salida del pueblo le mostró el plato a su colega y le contó lo que había ocurrido. Éste se enfureció por haber perdido la oportunidad de estafarlas. Pero lo pensó un rato y luego decidió:
—Si unimos tu honestidad y la hermosa mercancía que me queda haremos el mejor negocio. ¿Podemos trabajar juntos?
—Claro que sí —respondió el hombre honrado.
Desde entonces fueron los comerciantes más exitosos de la región.

Elaborado a partir de una leyenda budista.

Fuente

1 comentario:

Anónimo dijo...

me fascino este cuento asi sabemos que no todo lo que v ale brilla y si somos honestos llegaremos muy lejos