El cínico y el entusiasta

El pesimista ve todo negro. De cualquier tema de que hables, en cualquier proyecto que hagas, descubre en seguida los aspectos negativos. Se paraliza y te paraliza. No tiene confianza y te saca la confianza. Si es un artista contesta que todos los dueños de las galerías son ladrones, que todos los críticos son corruptos y los clientes ignorantes. Si participa en un concurso está seguro de que los exámenes han sido falsificados. No vale la pena, por lo tanto, moverse, no vale la pena intentar hacer algo. No vale la pena hacer proyectos, gastar energías, actuar. El pesimista no deja libre siquiera su imaginación.

Tampoco el cínico cree en la bondad de los hombres pero, contrariamente al pesimista, actúa. Sabe que el ser humano es soñador, ingenuo, hipócrita, ambicioso, ávido, vil, aprovechador y desagradecido. Sabe que es vanidoso y ama la adulación, y está listo para sacar partido de todas estas debilidades, de todas estas mezquindades. El cínico se siente más allá del bien y del mal, está listo para explotar las bajezas humanas, los vicios humanos, para llegar a su meta. Es maquiavélico. Su virtud es fundamentalmente la astucia. Saber ser paciente. Existe siempre en la persona más limpia y más honesta un pequeño defecto, una debilidad sobre la que se puede hacer palanca. En cuanto a él, no se hace ilusiones.

Desconfía de las personas que se proclaman amigas y piensa que lo hacen por oportunismo. El cínico es un manipulador de las pasiones. Sabe conducir a los hombres a donde quiere. Algunos líderes políticos son de este tipo. No piensan en mejorar el mundo, no creen en ello. Explotan lo peor de aquellos que los siguen, los envuelven en su cinismo. Son corruptores.

El tercer tipo humano es el entusiasta. El entusiasta es un soñador infatigable, un inventor de proyectos, un creador de estrategias que contagia a los otros sus sueños. No es un ciego, no es un inconsciente. Sabe que hay dificultades, obstáculos, a veces insolubles. Sabe que de diez iniciativas, nueve fracasan. Pero no se deprime. Empieza de nuevo, se renueva. Su mente es fértil. Busca continuamente caminos, senderos alternativos. Es un creador de posibilidades. El entusiasta sabe que el hombre es débil, sabe que existe el mal, ve las mezquindades. Ha sufrido desilusiones. Pero ha decidido contar con el bien, basarse en ello. Apela a la parte más creativa, más generosa de aquellos que lo rodean. Los estimula a que la utilicen, a hacerla fructificar. Los obliga, a pesar de sí mismos, a ser mejor de lo que hubieran sido. Y, así, hace germinar sus potencialidades, los hace crecer. Los arrastra consigo demostrándoles que, actuando con empuje, con optimismo, de manera generosa, las cosas son posibles.

Francesco Alberoni, El optimismo





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