La pura felicidad está en el instante, pero el dolor me ha expulsado del instante presente, hacia la espera del instante futuro en que mi dolor será calmado. Si el dolor no me separará del instante presente, la "pura felicidad" estaría en mí. Pero ahora, hablo. En mí, el lenguaje es el efecto del dolor, de la necesidad que me ata al trabajo.
Quiero, debo hablar de mi felicidad: debido a ello me invade una desdicha incomprensible: el lenguaje -con que hablo- está en busca de un futuro, lucha contra el dolor -aunque fuera ínfimo-, que es en mí la necesidad de hablar de la felicidad. El lenguaje nunca tiene como objeto la pura felicidad. El lenguaje tiene como objeto la acción, cuyo fin es recobrar la felicidad perdida, pero la acción no puede alcanzarla por si misma. Si fuera feliz, ya no actuaría.
Georges Bataille
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