El violento la empleó como proyectil.
El emprendedor la usó para construir.
El campesino, cansado, la transformó en una silla y se sentó.
Para los nińos, fue un juguete.
León Felipe la poetizó.
David mató con ella a Goliat.
Y Miguel Ángel la transformó en la más bella de las esculturas.
La diferencia no radica en la piedra, sino en el hombre.
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