Nuestras lealtades constituyen un importante indicio de la clase de persona que hemos escogido ser. Señalan cierta constancia o tesón en nuestro apego por las personas, grupos, instituciones o ideales con los que hemos decidido identificarnos. Ser un ciudadano o un amigo leal significa obrar dentro de un marco de interés por el bienestar de nuestro país o nuestro camarada.
La lealtad opera en un nivel más alto. Por ejemplo, el presidente presta un juramento de lealtad a la constitución, al igual que otros funcionarios, agentes y miembros de las Fuerzas Armadas. Los ciudadanos juran lealtad a la bandera. Éstas expresiones enfatizan ciertas cuestiones fundamentales, aunque dejan un amplio margen para el desacuerdo.
Al margen de las expresiones ceremoniales, la lealtad es como el coraje, pues se manifiesta con mayor claridad cuando trabajamos bajo presión. La verdadera lealtad, sobrevive a los contratiempos, resiste la tentación y no se acobarda ante los ataques. Y la confianza que nace de una lealtad genuina impregna nuestra vida entera.
De El libro de las Virtudes, William J. Bennett
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