La impaciencia y la intolerancia, grandes productoras de ansiedad, suelen encerrar al ser humano en las redes de la vida y de la cólera. En algunas ocasiones, éstas se manifiestan abiertamente, a través de la discusión y de la pelea. En otras, la tensión queda encerrada, con lo que la resultante de la ansiedad que se produce con ello se traduce en odio.
El grito es una buena fórmula para descargar los procesos anteriormente citados. Es frecuente, entre enamorados, o en la vida familiar cotidiana, que después de una discusión donde han abundado los gritos, el ambiente cambie y se transforme en mucho más armonioso e incluso amoroso.
"El grito libera la rabia", según reza un refrán popular en Irlanda; yo añadiría: "y tranquilizar el espíritu". Esta emoción está directamente relacionada con el hígado y con todo el sistema muscular. La tensión producida por una acumulación de agresividad bloquea las funciones hepáticas y agarrota los músculos. El grito es el acto liberador que permite, después de haberse producido, que la respiración sea más compensada, con lo que el diafragma se distiende; de esta forma mejoran los aportes de oxígeno a la sangre y se relajan al mismo tiempo las terminales nerviosas de los músculos.
Así pues, "un grito a tiempo" puede ser muy saludable para el organismo físico y para la psique de la persona.
Josep M. Villagrasa
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