Reflexiones sobre la soberbia

En el límite de tu fuerza empieza tu debilidad


Reflexiones sobre la soberbia
Excepto el infinito, todo tiene un límite.

Multitud de grandes desastres personales, empresariales y políticos se producen porque en un momento determinado el protagonista, envalentonado de éxitos puntuales y en su ofuscación, supera el límite de su fuerza y su poder. De forma inevitable y sin excepción, cuando esto ocurre, lo que había sido constante ascenso inicia su inflexión hacia el nublado precipicio del fracaso.

Empresas que quisieron crecer demasiado rápido, personajes que chulearon enfrentándose con el poder establecido, parias mentales que se atribuyeron todos los éxitos y despreciaron la fuerza y la entrega de sus colaboradores, amantes convencidos de que en su colchón estaban los límites del universo. La lista es infinita, pero siempre tiene un denominador común: la soberbia.

Después de alcanzar la cima sólo quedan dos opciones: permanecer o descender.

Permanecer requiere ejercer un liderazgo vigilante, que es no ceder a la desidia y conducir el rigor, y al unísono exhalar una cultura contagiante, que es el saber animar a compartir el sudor y el pódium.

Descender es lo más fácil: es hacer exactamente todo lo contrario.

Los grandes genios lo son en la medida en que saben guardar una prudente distancia con sus propios límites, que es el punto exacto donde se inicia el precipicio.

Joaquín Lorente, Piensa, es gratis

No aprendamos a matar dragones

El matador de dragones


El matador de dragones
Zhungzi, un célebre autor chino, cuenta la historia de Zhu Pingman, quien salió en busca de un maestro para aprender la mejor manera de matar dragones.

El maestro entrenó a Pingman durante diez años seguidos, hasta que éste consiguió desarrollar -a la perfección-la técnica más sofisticada para matar dragones.

Desde entonces, Pingman pasó el resto de su vida buscando dragones, para poder mostrar a todos sus habilidades: para su desilusión, nunca encontró ninguno.

El autor de la historia comenta: "todos nosotros nos preparamos para matar dragones, y terminamos por ser devorados por las hormigas de los detalles, a las que nunca prestamos atención".

Paulo Cohelo, Reflexiones diarias