No olvidemos hacer el bien

Hacer el bien es apasionante

Uno de los principales obstaculos para "vender" el bien es no saberlo hacer atractivo. Existe la opinión, bastante generalizada, de que basta con no hacer nada malo para ser bueno. De esta manera lo bueno aparece como algo aburrido o pesado y consiste básicamente en evitar los vicios. Incluso, en ocasiones, la maldad se disimula como debilidad y se hace risa y trivializa el mal.

Ningún ser vivo tiene la capacidad que tiene el hombre de hacer el bien o el mal. El actuar de los animales no puede calificarse moralmente, su acciones se rigen exclusivamente por el instinto. Los seres humanos también poseemos instintos, pero lo que define nuestra humanidad es precisamente la capacidad de elegir actuar en contra de ellos cuando nos dañan.

Tanto en la educación de los hijos como en el actuar cotidiano debemos reivindicar la capacidad del ser humano de hacer el bien y la felicidad que supone. Lejos de identificar lo bueno con lo aburrido, lo negativo o el no hacer nada, hacer el bien supone una apasionante y positiva tarea.

Fuente

Todos somos necesarios

Nunca debemos discriminar a nadie por su aspecto, todos pueden ayudarnos y de todos podemos aprender. Este hermoso cuento nos enseña que aún aquellos que creemos inferiores a nostros, pueden enseñarnos algo.

La más bella del jardín

Había una vez una rosa roja muy bella, se sentía muy bien al saber que era la rosa más bella del jardín. Sin embargo, se daba cuenta de que la gente la miraba de lejos....

Se dio cuenta que al lado de ella siempre había un sapo grande y oscuro y que era por eso que nadie se acercaba a verla.

Indignada ante esta situación le ordenó al sapo que se fuera de inmediato; el sapo muy obediente dijo: Está bien me iré, si así lo quieres.

Poco tiempo después el sapo pasó por donde estaba la rosa y se sorprendió al verla totalmente marchita, sin hojas y casi sin pétalos.

-Le dijo entonces: Vaya que luces mal. ¿Qué te pasó?

La rosa contestó: Es que desde que te fuiste las hormigas me han comido día a día, y nunca pude volver a ser igual.

El sapo solo contestó: Pues claro, cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas y por eso siempre eras la más bella del jardín.